La base del estudio es una encuesta representativa del grupo de población con edades entre los 50 y 69 en España que está formado por más de diez millones de personas situadas en la franja de edad que comprende los últimos años de vida laboral y los primeros después de la jubilación o del abandono de la actividad.
Los autores han destacado que “anticiparse al futuro es la mejor manera de afrontar la incertidumbre que éste presenta”. Nuestra realidad demográfica, como es bien conocido, muestra que la población mayor se verá duplicada en 2050, lo que, sin duda, implica un reto al que las sociedades modernas deben saber responder. Cuando una persona cumple 60 años de edad aún se espera que viva de media otros 25, y su perfil nada tiene que ver con quienes alcanzaban esta edad hace unas décadas. Parece crucial preguntarse entonces qué hacen, qué expectativas tienen y cómo puede ampliarse la participación social de la población una vez que se separa del mercado de trabajo.
Tres de los indicadores que señalan tendencias de cambio claves en la caracterización futura de la población mayor son: un más alto y llamativo nivel de estudios, utilización creciente de las TIC e ingresos más elevados, con lo que las expectativas y exigencias de autonomía, calidad de vida y participación aumentan potencialmente.
Otra nota diferenciadora de las personas que conformarán la población mayor es la mayor participación las mujeres en el mercado laboral y un interés más alto por participar en actividades de participación social y voluntariado.
Entre los resultados encontrados en el estudio, los autores han destacado que:
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La jubilación se percibe de manera distinta según la relación con la actividad laboral: para más del 60% de las personas ocupadas y las jubiladas significa una oportunidad de “dedicar el tiempo a lo que se quiere”. Pero esta visión positiva es mucho menos frecuente entre quienes se encuentran en situación de desempleo (34%); la precariedad de su situación y cómo ésta pueda afectar a su jubilación seguramente motiva que el 44% piense que será una etapa difícil.
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En cuanto a su opinión sobre hasta qué edad se debería trabajar, más de la mitad manifiestan acuerdo en que hay que seguir haciéndolo más allá de los 65 años. Pero este porcentaje disminuye cuando la pregunta se refiere a su propia situación.
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El 63%de la población estudiada (más de 6.500.000 de personas) están contribuyendo de manera muy relevante al apoyo familiar: cuidan a sus nietos mientras los padres trabajan, atienden a personas en situación de dependencia y ayudan económicamente a otros familiares, sobre todo a hijos mayores de 25 años.
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En cuanto a las actividades de ocio, el grupalismo que ha sido tradicional en las personas mayores está dando paso a una mayor autonomía en la elección de los intereses individuales. De ahí que más de la mitad de la población estudiada manifieste desinterés por las actividades que se ofrecen y prefieran autogestionar su tiempo libre. No obstante, el 60% tendría interés en participar en programas de ocio y cultura junto a personas que compartan sus mismas inquietudes y el 77% desearía hacerlo con personas de todas las edades.
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Casi la mitad se interesaría por recibir algún tipo de formación que les ayude a organizar su actividad y su tiempo durante la etapa de la jubilación o para iniciarse en tareas de voluntariado y participación social. En este sentido, más de tres cuartas partes de la población encuestada valora positivamente que hubiera formación específica antes de jubilarse para preparar la nueva etapa y vivirla de la manera más plena.
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Los centros sociales, hogares, clubs, casals han jugado un rol central como espacio de encuentro y organización de actividades para las personas mayores. Sin embargo, estos centros están perdiendo parte de su atractivo: entre las personas que están en la franja de 60 a 69 años apenas un 16% informa acudir a ellos; existe otro segmento (34,7%) que no asiste pero quizá lo haga más adelante y, finalmente, un amplio grupo (45%) afirma que no asiste ahora ni lo hará en el futuro. Como propuestas de mejora, el 37% de las personas de 50 a 69 opinan que sería conveniente abrir estos centros a todas las edades, mientras el 21% proponen que al menos la edad de acceso descienda a 50 años (en ambos casos el porcentaje de mujeres es mayor).
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Más de la mitad de la población colabora o pertenece a ONGs y otras organizaciones, pero solo un 10% participa en actividades el voluntariado. No obstante, hay otro 32% que no participa pero “le gustaría hacerlo”, si bien este deseo expresado de participación solidaria no encuentra suficiente refrendo en la práctica real de actividades, lo que debe alertar sobre la búsqueda de fórmulas capaces de activar ese potencial.
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El tipo de voluntariado preferido contiene claramente la idea de legado: trasmitir la propia experiencia laboral o de otros quehaceres y conocimientos a los jóvenes, apoyar su promoción profesional o emprendimiento empresarial o comprometerse en el desarrollo de valores a las nuevas generaciones. La experiencia es el aspecto mejor valorado de la edad aunque esta percepción es menor entre los más mayores del grupo, quizá a medida que se comprueba que esta experiencia no es aprovechada por la sociedad.